miércoles, 18 de septiembre de 2013

Poeta muerta: Azul Mahsati

Azul Mahsati —cuyo nombre podría traducirse como "Dama de la luna azul"— fue una joven poeta nacida en Bagdad alrededor del año 1037. A pesar de que no se conocen muchos datos sobre ella, casi podemos confirmar que, al comienzo de su juventud, su vida daría un giro considerable al conocer a su maestro, el mismísimo Azad Daulati. Gracias a este poeta persa, nacido también en Bagdad, Azul Mahsati aprendería a escribir árabe y farsí. Además, debido al gran vínculo que los unía, la poesía de la joven está claramente influida por los versos satíricos de Daulati, tanto en su contenido como en su forma. A partir de ese momento, Azul encontraría una secreta vía de escape en la literatura, que sin duda le ofrecía un soplo de aire fresco a pesar de estar inmersa en la represiva sociedad de aquella época.

La versión más fiable de la historia sostiene que Daulati emprendió en soledad un viaje sin retorno a través del desierto, después de estar cautivo durante algunos años y evitando así su posible ejecución. La joven poeta, tras conocer esta noticia y debido a las continuas presiones familiares, decidió partir en su busca, huyendo de aquella ciudad que la asfixiaba. Algunos días antes de comenzar su expedición, comenzó a escribir en un pequeño diario sus primeros poemas, en los que expresaba sus miedos, deseos y anhelos, además de la nostalgia provocada por la separación que se había producido entre ella y su maestro.

 
Ilustración de Azul Mahsati, por Sara González (msp)


A continuación, os dejamos algunas de sus rubaiyat, poemas de cuatro versos que han sido traducidos por primera vez al castellano siguiendo la misma línea que el iraní Sadeq Hedayat o los propios traductores de Azad Daulati, es decir, en versos endecasílabos blancos.

I
Protégeme del viento que me asfixia
en este clamoroso mundo incierto.
No me dejes caer, maestro mío;
enséñame a volar si me hace falta.



II
Cuando paso leve entre el alboroto
y el bullicio de gentes en el zoco,
disipa el viento toda mi esperanza.
Frente al sol, soy menos yo y soy más mundo.


III
Me escondo en un rincón de la taberna
y finjo ser feliz por un instante.
El destino castiga a los idiotas,
no quiero formar parte del desastre.


VIII
Mentiras se oyen hoy en las ciudades
relatadas por sabios embusteros.
Se nublan las mentes y no hay verdad.
Llueve sobre el pueblo erguido en el barro.


XI
A veces me desvela tu recuerdo,
palpo el insomnio y la suerte me tienta.
La partida comienza desde cero,
sé que me llamas y tu voz se aleja.


XIII
Contemplo el idioma de los árboles,
rebusco en sus raíces tus lamentos.
La búsqueda es mi única certeza
pues si te encuentro a ti, podré encontrarme.


XVIII
No habrá destino alguno en estos días
en los que el corazón ni late o sueña;
y si tú no logras volver a guiarme,

¿para qué el cielo y para qué el camino?

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