domingo, 7 de septiembre de 2014

Poeta invitado: Joaquín Fabrellas

Joaquín Fabrellas. 22 junio 1975. Estudia en la Universidad de Jaén y Granada. Licenciado en Filosofía y Letras. Aparece su primer libro Estertor en las piedras. Premio Poesía El Olivo del Ayto. de Jaén. 2003. Conoce a diferentes poetas que influirán en su formación estética y sentimental: Manuel Lombardo Duro, José Viñals, Diego Jesús Jiménez. Aparece el segundo libro: Oficio de silencio, galardonado con el premio de autores noveles de la Diputación de Jaén (finalista). Prosigue su evolución estética que comprende como una evolución, ningún poemario debe ser igual a otro. Conoce a autores como Luis García Montero, profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de Granada, así como Miguel D'Ors, profesor también la misma facultad. Colabora en diferentes antologías como la confeccionada por Cuadernos Caridemo de Almería, o Jaén, de punta a cabo, así como en la antología realizada por la Universidad de Jaén, Cima de Olvido, antologada por el profesor e investigador Rafael Alarcón. Colabora también con Rakel Rodríguez en la editorial Raro y aparece en diferentes antologías, destacando, Poetas de Jaén, realizada por la Universidad de Jaén. Aparece su tercer poemario, Animal de humo, premiada en Córdoba con el Premio La manzana poética en 2005. Conoce a poetas como Francisco Gálvez, Agustín Delgado, así como Marcos Ricardo Barnatán. Desde entonces hasta 2014 no ha aparecido ningún poemario, teniendo pendiente de publicación No hay nada que huya y Monólogo del demente. Desarrolla la labor docente en un Instituto de Secundaria de la provincia de Jaén. Sus textos críticos pueden verse en diferentes revistas como Paraíso o en el blog: lo bello y lo difícil.

Joaquín Fabrellas en El Club de los Imberbes


La estación rota


Y se viste ya el almendro de estío,
Apenas le sirve el verde de excusa
Al invierno lejano cuando el árbol
Solo es su oscuro resumen de sombra.

Y  la frescura primera del día
Que se oculta así bajo el palio verde
De las muy temblorosas hojas ante
Un sol airado que atroz ya marchita
Desde el cálido corazón ausente
Que desde el alma humilde presto escapa.

Y el trigo rubio que expande el verano
O el viento que abandona así los campos
En tolvanera y olvido ya mezclados
La memoria de la piedra y la tierra
Que ufanas ofrecen la solución
Al breve tiempo que nos cumple siempre,
El breve tiempo del hombre  que nunca
Es el tiempo de la tierra o las cosas.

Pero solo el pino es fiel a su forma
Y anuncia alegre su olor y su sombra
Inmutables,  solo de luz, los días,
Inventando su destino parado
En la violencia sutil del verano
Que olvida el año distante del frío.

Y viene aquí esta estación insolente
A decir todo aquello que se fue,
Aquello que no quedará ya más
Entre nosotros, que somos el triste
Reflejo de lo que fuimos y solo
Materia de la carne y alma que pasa
Apenas entre lo escrito y lo dicho,
Desesperados por la inexistencia
Acüosa que nos desplaza fuera
Del tiempo del mundo que es raudo tiempo
Inescrito de los dioses difuntos.
Y la historia sin dicha que nos dijo
La verdad sin símbolos, sin palabras.

Cálido viento que a aventar ayuda,
Haciendo inútil el invierno ahora
Que el lagarto adorna las blancas tapias
Como el olvido o palabra no dicha,
Eterna luz de un verano insumiso,
Buscando en el mar su ausencia inconclusa
De tiempo y distancia ya reclamada
Por dioses inexistentes en vanas
Palabras como presentes insólitos
De un don celestial que viene de arriba
A relegarnos, a escondernos nuestra
Materia dudosa ya fabricada
En los límites inciertos del tiempo
Y la historia que inventan los espejos
Para reflejar una realidad
Deforme y ajena a la vil semejanza
De  ese Dios invisible y sin imagen
Que da nuestra imagen en un espejo
Inventado para olvido de todos.

Crece el óxido del tiempo al verano,
Con mano severa que desviste árboles
Y  al insecto acompaña a la rüina
Luminosa entre las oscuras hojas
Que ya no existen en ninguna noche,
Como tu nombre que zarpa al olvido,
Como ahora este verano tardío
Adelantando ya  la muerte al frío
Del infausto invierno y del tiempo helado
En versos sueltos de once, para heridas
Palabras, sílabas del abandono
No escuchadas ante el candor y bruma
De un estío indeciso entre tan alta


TINIEBLA.

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